Tenemos
un paisaje en nuestra tierra que es la envidia de muchos. Vas de ruta y te
encuentras gente de otras provincias que llegan aquí, no sólo vienen a las
ciudades y lugares de moda en turismo, andan pateando nuestros caminos,
subiendo nuestros picos, callejeando por nuestros pueblos, y nosotros aquí sin
enterarnos de lo que tenemos.
Hace
unos días fuimos a ver la cascada de Oneta, en el municipio de Villayón, en el
occidente asturiano, hacía tiempo habíamos visto fotos de esta cascada pero no
nos habíamos decidido a ir a conocerla, nos parecía que estaba lejos, pues allí
nos encontramos gente de Vitoria, a ellos no les pareció lejos.
Como
digo, hay que ir hasta el municipio de Villayón para conocer esta cascada que
en realidad son tres. Para llegar hasta allí nos dirigimos a Navia y en esta
población tomamos la carretera AS-25 dirección Arbón – Villayón.
Esta
carretera bordea el río Navia por su margen izquierda, hicimos una parada para
disfrutar de las panorámicas que nos ofrecía, nos enteramos que tiene mucho
turismo de aficionados a las piraguas y a la pesca. Para los interesados decir
que hay un camping allí mismo, me pareció un entorno precioso para pasar unos
días.
La
carretera comenzaba a subir, en unos pocos minutos ya vimos en lo alto
Villayón, capital del concejo. La desviación hasta la población de Oneta estaba
poco antes de llegar a Villayón, era una carretera bastante estrecha pero de
buen firme, dejamos atrás varios pueblinos y enseguida llegamos a Oneta.
Oneta
es un pequeño pueblo ganadero con sus hórreos y paneras, sus huertas y gente
agradable que no tienen inconveniente en darte cualquier explicación que
necesites. El camino hasta las cascadas es muy corto, poco más de 1 Km, en un
principio llaneas entre una pradería para luego empezar a descender caminando
ya por una pista de montaña entre castaños, pinos y algún roble.
Al
poco de iniciar el descenso nos encontramos con un molino que estaba en ruinas
y medio oculto entre vegetación vimos el canal por el que se desviaba el agua
del rio hacia el molino. Allí mismo vimos como el pequeño rio encajonado entre
la peña se desplomaba al vació, estábamos en la parte de alta de la cascada de
Oneta.
Continuamos
el camino y nuestra sorpresa fue encontrarnos con todo un entramado de canales
de agua para los molinos harineros que se iban sucediendo a medida que
avanzábamos en nuestra ruta; en los tiempos que todos estos funcionaban debía
de ser un espectáculo, que pena que no se restauren todos y los hicieran
funcionar todos juntos.
Como
ya dije el trayecto era corto y enseguida encontramos el sendero que nos
dirigía a la cascada de Oneta o también llamada La Firbia, era la primera
cascada, allí apareció entre los árboles, un poco escondida. Dicen que tiene
unos 20 m de caída, pero eso era lo de menos, impresionaba ver la caída de agua
en aquel entorno de alisos, impresionaba el ruido y la nube de agua pulverizada
que se originaba al caer el agua con fuerza desde aquella altura, impresionaba y
eso que no tenía mucha agua, el enclave era espectacular, la gente se sentaba a
comer el bocadillo allí contemplando la grandiosidad de la naturaleza que nos
rodeaba.
Continuamos
la ruta, allí mismo vimos otro molino también abandonado, el camino que tomamos
para ir hasta la otra cascada parecía un antiguo canal de agua para otro
molino, más allá lo encontramos.
Seguimos
por el sendero esta vez bajando unos metros, se sentía caer el agua, allí
estaba la segunda cascada, Ulloa, era más pequeña pero para mí más bonita, eran
como dos cascadas en una, allí estábamos, pequeños, impresionados por todo lo
que nos rodeaba, la luz del sol filtrándose entre las ramas de los alisos y
fresnos, la cascada, el ruido del agua, el musgo colgando de la roca, todo ello
hacía de este lugar un sitio mágico, habría que salir de allí pronto no fuese a
aparecérsenos la xana o los xaninos.
Ir
a la tercera cascada, Maseirúa nos fue imposible, no encontramos ningún
sendero, entonces dimos la vuelta por el mismo sitio no sin prestar más
atención al paisaje que nos rodeaba.
Era
la hora de comer y nos dirigimos a Villayón, nos habían recomendado ir al
Torneiro, y no nos defraudó, se come muy bien, son muy atentos y además nos animaron
a dar un paseo hasta el pico Villayón, y eso hicimos, fue un pequeño paseo y
nos vino muy bien para bajar la comida.
Desde
el pico Villayón pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas de todo el
pueblo, de la sierra del Carondio y además divisar el mar con la ría y la
población de Navia. Desde allí pudimos hacernos una situación de donde nos
encontrábamos: enfrente de donde estábamos pero al otro lado del rio Navia
estaba el municipio de Boal, abajo en la costa se veía Navia y el municipio de
Coaña a la altura de Navia pero también a la otra orilla del rio.
Fue
un día precioso de sol y calor, vimos unas cascadas espectaculares, comimos
fenomenal y conocimos otro lugar de nuestra tierra que no desmerece en nada de
otros lugares más publicitados, seguro que volveremos.