sábado, 19 de octubre de 2013

UN RESTAURANTE CON VISTAS AL MAR



El día se presentó con sol, fue una gran alegría, la previsión del tiempo había sido de mucha lluvia y frío, no tenía en mente salir a hacer ninguna ruta, pero al levantar la persiana y ver el día de sol y de calor que hacía, decidí ir hasta Luanco, quería dar un pequeño paseo por la costa, necesitaba ver la mar, y eso sí, lo que quería era comer en una mesa con las mejores vistas y en primera línea de playa, y eso hice. 





Fui a la playa de Aramar, ¿la conocéis? Se encuentra antes de llegar a Luanco, concretamente entre Antromero y Luanco. Es una playa pequeña, y para los que no les guste la arena no hay problema, es de piedra, también tiene una buena pradera para echar una buena siesta, y dispone de mesas para comer y chiringuito (como es fuera de temporada este ya estaba cerrado), como os dije quería comer en una mesa y en primera línea de playa, ¿las vistas?, las mejores, enfrente el mar y al fondo la villa de Luanco, ¿qué más se puede pedir? ¿y la comida?, a la carta, a gusto del consumidor.





Llegamos allí después de haber pasado la mañana entretenidos caleyando por Luanco, la gente que estaba allí ya estaba comiendo, y las gaviotas estaban ya reposando, estaban muy tranquilas echadas en las rocas y otras tomándose un bañito. Había muy poca gente y el ambiente muy tranquilo, el sitio perfecto para una buena comida.

Después de comer, un paseo, había que inspeccionar el lugar, allí al lado descubrimos un antiguo astillero hoy abandonado, luego dimos la vuelta para dirigirnos por una pista cuesta arriba, según subíamos se nos abría la panorámica del paisaje, y vimos una isla con una capilla, era la capilla del Carmen, como estaba cerca de la costa y la marea estaba bajando a la vuelta quizás pudiéramos cruzar hasta ella, pero eso a la vuelta.





Seguimos la pista que nos llevó hasta la carretera local, la verdad es que esto no me gustó nada, pero pronto nos desviamos a la izquierda en la primera salida que encontramos, ello nos condujo otra vez a la costa, pretendíamos bordearla hasta donde pudiéramos. 




Encontramos un par de playas pero no vimos que tuvieran acceso por tierra, enseguida encontramos otra un poco más adelante a la que sí pudimos bajar, le llaman la playa de los cristales pues no tiene arena, está toda llena de diminutos cristales de colores, es algo muy llamativo, antiguamente basculaban aquí cristales de una fábrica de botellas, hace unos años hicieron una limpieza de los cristales grandes, pero los pequeños se fueron moldeando por acción del mar y hoy en día son del tamaño de grandes granos de arena. Una playa que tenga cristales en lugar de arena no creo que haya en muchos sitios, posiblemente en ninguno, aquí en Asturias somos muy originales.






Seguimos bordeando la costa, vimos otras pequeñas playitas que seguramente en pleamar no tendrán arena y enseguida nos encontramos en la playa de San Pedro de Antromero, esta es una playa grande de arena aunque cuando baja la marea queda bastante roca moldeada por la acción del mar de una forma muy singular. Aquí se terminó el sendero. A lo lejos se veía el faro de Candás, pero para ir hasta allí deberíamos dejar la costa y seguir por la carretera cosa que no nos agradaba nada, así que volvimos a la playa de Aramar por el mismo camino. 




Como os dije la marea estaba bajando así que al llegar a la playa de Aramar aprovechamos para cruzar a la capilla del Carmen, eso sí, nos tuvimos que mojar un poco pero mereció la pena, allí estuvimos tranquilamente disfrutando de las vistas un buen rato, Luanco estaba enfrente, y parecía que cada vez estaba más cerca, probablemente por la magia de la luz. La mar estaba muy tranquila y nos dimos un pequeño chapuzón pero debíamos regresar enseguida, la pleamar comenzaba y estábamos en una isla. 





Cuando llegamos a la playa la gente andaba entre las rocas recogiendo bígaros y llampares, todo muy tranquilo, tanto es así que andaban por allí un par de aves migratorias que buscaban comida sondeando sus largos picos en el limo que quedaba entre las piedras, eran las llamadas agujas colipintas, unos pájaros con pico largo y patas zancudas. Que pena que ya fuera la hora de irnos, el sol ya se iba y nosotros también teníamos que irnos.
Otro día volveremos por este concejo de Gozón pero la ruta la comenzaremos en Candás, queremos bordear toda la costa, a ver hasta donde llegamos.

miércoles, 2 de octubre de 2013

RIO CASAÑO

Podrás ir varias veces a hacer una misma ruta y nunca es igual, siempre descubres algo nuevo, siempre te sorprende, quizás esto se deba a varios motivos, en primer lugar tu estado de ánimo, otro puede ser la compañía, cuanto más gente menos observas los detalles y menos contactas con el paisaje, te puede parecer impresionante, pero si vas en silencio escuchando la naturaleza y dejando que te entre a través de todos los sentidos, la satisfacción es mayor, otros motivos pueden ser el olor del campo, la luz del día, la estación del año y también si ha llovido mucho esa temporada influye en la luminosidad que entra en el terreno, todo esto hace que el paisaje sea nuevo cada día.
El otro fin de semana quise recordar una ruta que hace años había conocido, la ruta del río Casaño. Para hacer esta ruta hay que ir al concejo de Cabrales, antes de bajar el puerto de las Estazadas, en el pueblo de Canales, tomar la desviación que se dirige a La Molina que es donde comienza la ruta. Nosotros en esta ocasión como la ruta nos parecía corta y teníamos ganas de caminar para hacerla un poco más larga decidimos dejar el coche en Canales, así también podíamos conocer mejor la zona y disfrutar de las vistas, ya que este pueblo está en un sitio alto, desde allí se divisaba la carretera que baja las Estazadas y la impresionante Sierra del Cuera que separa los concejos de Cabrales y Llanes, también el pueblo de La Molina escondido montaña abajo. La panoramica que se disfruta desde el pueblo de Canales es espectacular y nos dió ideas para próximas excursiones.



La experiencia fue muy gratificante, como si no hubiese estado en ese sitio nunca, como dije nunca una ruta te parece igual, había estado allí una tarde de invierno, el día nublado y con prisas pues las tardes en invierno son cortas, las prisas nunca son buenas compañeras. Esta vez una tarde de verano con sol y gracias a que la primavera había sido lluviosa, el río traía bastante agua y la vegetación estaba exuberante. La otra vez me pareció una ruta corta pero bonita, y me quedaron ganas de volver, mereció la pena, el cambio fue muy grande.

 Enseguida llegamos a La Molina, un pueblín rodeado de arboleda que parece esconderse del mundo para conservar su esencia. Ya aquí comenzamos a oír el río que se precipitaba montaña abajo con bastante potencia, y también se oían voces, más tarde nos enteramos que era gente que estaba haciendo barranquismo. 
Salimos del pueblo, todo bajar, empezaba a impresionar la frondosidad de la vegetación que nos rodeaba, los castaños y robles centenarios con unas raíces retorcidas que asomaban logrando formas caprichosas, los helechos, el musgo que hoy en día cada vez es más escaso. El suelo en algunas zonas estaba empedrado, era una antigua calzada romana, recomiendo llevar bastones y pisar con cuidado para evitar posibles resbalones. Nos encontramos con un antiguo lavadero y una fuente con un agua fría riquísima, el camino a partir de aquí se acerca a la peña, ya estabamos cerca del río y enseguida nos encontramos con un pequeño puente romano “El Pompedru”.



Desde aquí pudimos ver las pozas por donde se descuelgan los barranquistas, es increíble que se descuelguen por esos toboganes, daba pánico por la cantidad de agua que llevaba y por los túneles por donde se descolgaban, parece ser que en temporada de mucho caudal de agua no se puede bajar por el barranco pues la potencia que alcanza debido al caudal y la caída que tiene les puede arrastrar. Después de inspeccionar lo poco que la vegetación nos dejaba ver del barranco tocaba seguir el camino, para continuar la ruta no hay que cruzar el puente, no hay pérdida, hay que seguir el curso del río. Seguimos por un camino a la derecha y luego cruzamos un puente, nos quedaba el río entonces a la derecha, desde este último puente vimos como el río se perdía entre las rocas para precipitarse por una cueva hacia el barranco, es por ahí por donde se adentraban y descolgaban los barranquistas.


 




















Seguimos el curso del río, el terreno ya era llano, y si antes era bonito ahora lo era aún más, todo el camino estaba lleno de castaños centenarios, pocas veces se pueden ver estos castaños centenarios, debe de ser porque están todos aquí, también grandes robles que adoptan formas caprichosas, es tanta la humedad que hay, que sus troncos están llenos de musgo llegando incluso a nacer de ellos otras plantas y setas. Debajo de los castaños encontramos construcciones de piedra de forma circular, son los corros, se usaban para la conservación de las castañas, también debajo de los castaños encontramos otras pequeñas construcciones circulares de piedra, pero estas con techo también de piedra, aún no me enteré que uso tenían.








Hicimos varios altos en el camino, todo eran curiosidades, cabañas para ganado aprovechando las rocas y camufladas entre la vegetación, corros, troncos secos de castaños, árboles centenarios, setas, una playita fluvial, y las vacas campando a sus anchas, sólo nos faltó ver alguna nutria o ardilla que seguro habrá por estos parajes, todo era tan entretenido que nos olvidamos de mirar hacia arriba, que pequeños nos vimos entre tanta grandiosidad.
Siguiento el camino llegamos a un puente, al otro lado del río unas bonitas cabañas que parecen seguir cumpliendo con su labor ya que estaban en muy buen estado. Aquí dimos por finalizada la ruta. 
El camino seguía hasta el nacimiento del río, ya en el concejo de Onis, en “El Oyu La Madre”, como no llegamos allí busqué información, os muestro lo que encontré, fotos y vídeo. Es impresionante, el agua sale de una grieta en la roca de la montaña y en época de mucho caudal el agua sale a presión formando una gran cascada.
El regreso por el mismo sitio, haciendo fotos y encontrando siempre alguna cosa que nos llamaba la atención y no habíamos visto en la ida. 
Llegamos a La Molina, aprovechamos para caleyar por el pueblo ya que no lo habíamos hecho al bajar, me gustó que no fuera un pueblo abandonado, el suelo estaba hormigonado, (aunque esto no me parece lo más bonito) y están rehabilitando las casas. 
Salimos del pueblo, había que continuar, el coche lo habíamos dejado en Canales y todo era subir. Marchamos de allí con la satisfacción de haber disfrutado de una naturaleza agreste de las que ya pocas quedan y llenos de imágenes y sensaciones que nos acompañarán y podremos disfrutar de ellas cuando estemos lejos, y aún así, algún día volveremos.