Parece
que el cuerpo pedía mar y aparecimos sin pensarlo mucho en la playa de Santa
María del Mar en el municipio de Castrillón. En este lugar habíamos terminado
una ruta que partía de la playa de San Juan allá por el mes de marzo del año
pasado, nuestra intención en aquel momento era continuar la ruta hasta el
playón de Bayas, pero como siempre que vamos a un sitio nos cuesta abandonarlo,
los kilómetros al final se terminan acortando para poder disfrutar de lo que
nos apetece en aquel momento. Pero esta era una ruta que estaba pendiente y
había que terminar.
La
playa de Santa María del Mar es una preciosa playa de arena negra consecuencia
de los sedimentos que arrastra el río Nalón que desemboca no muy lejos, pero
eso no la hace fea, es solamente diferente a las demás. Nosotros pateamos por
la playa, paseamos por los alrededores y comimos allí mirando al mar. Estábamos
disfrutando, pero había que comenzar el camino para llegar a Bayas y volver.
El
camino comienza al final de la playa, un buen lugar para disfrutar de unas
preciosas vistas sobre el mar ya que luego el camino se adentra para no volver a
verlo hasta llegar a la playa de Bahines. Esta pequeña playa aparece entre
prados como un regalo pues el camino nos lleva justo hacia ella.
Continuamos
por otra pista asfaltada que parte de la misma playa, comienza cuesta arriba pero
en llegando al alto hay que tomar camino a la derecha, donde dejamos la pista
asfaltada para tomar un camino ancho por donde llaneamos entre un bosque de
eucaliptos que nos llevó a la siguiente playa, Munielles, la vimos aparecer
entre los árboles, una bonita aparición. Esta playa es más grande que la
anterior y más abierta, su situación y el estar la marea baja nos permitió
divisar la isla de Deva y los acantilados de Cabo Peñas.
También
el camino terminaba en la playa, para continuar tuvimos que cruzar un pequeño
reguero y tomar una carretera bastante cuesta que nos llevó por los pueblos de
la rasa costera. La verdad es que caminar por carretera no es de mi gusto pero la
ruta estaba indicada con flechas blancas en el asfalto y nos llevaba por allí.
Dejamos a la derecha las desviaciones que indicaban a playón de Bayas y cuando
ya habíamos dejado atrás todas las casas y parecía que nos salíamos de la ruta
encontramos otra flecha blanca que nos indicaba a la derecha por un camino estrecho
entre eucaliptos, continuamos por él con un poco de desconfianza hasta que
vimos que tomaba pendiente hacia abajo, aquello tenía que terminar en el mar.
Un
poco de dificultad al final por los regueros que cruzaban el camino pero enseguida
llegamos al aparcamiento de la playa, algo que no nos gustó, pero nada más
pisar la arena apareció el playón de Bayas, impresionante como siempre. Llegar
allí significa una sonrisa en la cara, un respirar hondo y sentir un remanso de
paz, eso era lo que buscábamos y que sabíamos que ocurriría.
Playón
de Bayas es un lugar para desconectarse del mundanal ruido, aire, olas, amplitud,
naturaleza brava, un lugar para descansar la vista, un lugar para dejarla
perderse a lo lejos en el mar, a lo lejos en la arena, perdiéndose sin
encontrar el final. Da gusto pasear por este arenal sin encontrarse apenas
nadie, sin ver una toalla que estorbe la vista. Un lugar donde la brisa te
lleve los pensamientos y no sientas nada más que lo que ves, un lugar para
estar en el ahora y disfrutar con los sentidos. Este era el final que queríamos
para un buen día.