Cuando
organizamos nuestras rutas pensamos en la cercanía y el tiempo que disponemos
para realizarlas, pero además de esto, yo las suelo planear por el tipo de
paisaje que necesito ver en ese momento. Hay temporadas que tengo la necesidad
de ver y sentir la fuerza del mar y otras de pasear por el bosque y sentirme
rodeada de naturaleza, de seguir el cauce de un río de aguas bravas o más
tranquilas y otro día de transitar por unas foces o desfiladeros, de pasear por
la media montaña o de adentrarme entre grandes rocas de caliza de los Picos de
Europa y ver y sentir lo grandioso que es todo y lo pequeños que somos ante todo
lo que nos rodea.
Esta
vez tenía necesidad de sentir el río, de disfrutar del río, y recordé una ruta
que me impresionó la primera vez que la hice, seguir el río Dobra hasta la Olla
de San Vicente. Pensar en esta ruta era recordar la bravura de sus aguas con su
tonalidad azul turquesa y el sonido relajante del agua acompañándome en todo el
trayecto.
La
gente denomina a esta ruta “La Olla de San Vicente” ya que al final el río
forma una bonita poza a la que llaman así por su forma, para mí, esta es la
ruta del río Dobra, él es el protagonista principal, recorremos por su
orilla mucha parte del trayecto comenzando cerca de su desembocadura en el río
Sella y pudiendo continuar el camino aún más arriba de la Olla de San Vicente, ya que podemos seguir su cauce cruzando a la otra orilla y siguiendo por la
senda hasta donde nos deje el terreno.
Para
hacer esta ruta, hay que desplazarse hasta la villa de Cangas de Onís, allí se
puede aprovechar para dar un paseo y hacer las fotos de rigor en el puente
romano o podemos dejarlo para la vuelta si disponemos de más tiempo. En Cangas
seguir por la carretera que va dirección
al Puerto del Pontón y a unos seis Km, dejando atrás el pueblo de Tornín, a la
izquierda veremos un restaurante, en este punto está el inicio de la ruta, y a
nuestros pies ya se ve el río Dobra.
Es
una ruta corta pero de gran belleza, ya que el camino discurre, a la orilla del
río, y en algún tramo casi tocamos el agua y como ya dije sus aguas cristalinas
reflejan una tonalidad azul turquesa, si además vamos un día de sol, la
excursión será perfecta.
A
pocos metros del inicio nos encontramos con un puente medieval, la ruta sigue
por la misma orilla, no hay que cruzar el puente. Si acudís con niños quizás no
resistan la tentación de bañarse debajo del puente, o a lo largo del río ya que
existen varios sitios donde se forman “pozos” que invitan a ello, los mayores seguro
se lo piensan un poco debido a sus frías aguas que bajan del macizo occidental
de los Picos de Europa.
Continuamos
el camino y llegamos a una pequeña vega donde hay unas cabañas ganaderas, un
poco más adelante el camino se estrecha convirtiéndose en una senda y
aproximándose aún más al río, a partir de aquí el agua presenta mayor bravura y
nos encontramos pequeñas cascadas.
Toda la ruta discurre entre chopos, abedules,
fresnos, tilos, avellanos, vegetación de ribera y sin pérdida llegamos al
final, allí está la poza u “olla” de San Vicente, nos quedamos mudos, nadie
habla, solo observamos, solo se siente el agua de la cascada que cae en ella.
Disfrutar
de la ruta con todos los sentidos, dejaros llevar del sonido de sus aguas,
disfrutar del espectáculo de la fuerza del agua cayendo en pequeñas cascadas,
del contraste de la vegetación entre la piedra caliza y si no os bañasteis
durante el trayecto aprovechar la poza u olla de San Vicente para ello.
Y
os recuerdo que se puede continuar la ruta siguiendo el sendero que sigue por
la otra orilla del río.