domingo, 21 de julio de 2013

BULNES




Un pueblo escondido entre montañas, pero no por eso desconocido para la gente ya que por su situación siempre fue lugar de paso y de refugio para los montañeros que se dirigían al Urriellu.  El Urriellu, o para muchos el Naranjo de Bulnes, es el lugar de peregrinación de muchos montañeros de España y del resto de Europa, es una mole de piedra caliza que atrae a los escaladores y que toma una tonalidad anaranjada a la caída de la tarde cuando recibe los últimos reflejos del sol en sus paredes. 



El pueblo de Bulnes fue antes, más que ahora, lugar de refugio de muchos montañeros que solicitaban comida y un poco de calor en los momentos más difíciles de su paso por estos parajes, ya que el tiempo en los Picos de Europa puede cambiar en cuestión de minutos. La vida para el montañero y para Bulnes ha cambiado mucho en los últimos años ya que la disponibilidad de coche cambió un poco la ruta, ahora muchos se acercan en coche hasta Sotres y de ahí a Pandebano y de esta forma hacen el trayecto al Urriellu un poco más cómodo y rápido. 
Para llegar a Bulnes hoy podemos decir que hay dos formas de ir, una andando y otra en funicular, hasta septiembre de 2001 la única forma de llegar a Bulnes era caminando por una senda escavada en la falda de Peña Maín; hoy en día en ocho minutos nos podemos encontrar en Bulnes cruzando en funicular por las entrañas de Peña Maín. Esta es una buena forma de hacer un viaje rápido pero para sentir la magia de las cosas hay que sudarlas un poco, y da mucha satisfacción el conseguir la meta que nos proponemos. Hacerme caso y subir caminando por la senda, por la que los antiguos moradores de Bulnes subieron y bajaron con sus caballerías, el único medio de transporte de mercancías que podían utilizar. 
El sendero parte de Poncebos, ya os comenté en su día que Poncebos era el punto de partida de varias rutas muy bonitas, tenemos que cruzar el puente La Jaya, sobre el río Cares, y seguir el canal del Texu, la senda va escavada en la ladera de Peña Maín y a nuestra derecha nos acompañará el rio Texu aunque le perderemos la vista ya que enseguida ganaremos altura y el río nos quedará abajo en las profundidades del desfiladero. 



Si volvemos la vista atrás veremos Camarmeña, incrustada en la montaña hasta que de pronto la perdemos de vista pues la montaña nos va encerrando en ella a medida que vamos ganando altura. Al final la montaña nos abre el paso y vemos en el alto unas casas al otro lado del río, es Bulnes de Arriba, la senda ya toma piso firme, ya que no hay precipicio, estamos al lado del rio, buen momento para remojarnos un poco los pies. 
De aquí parten dos caminos, el de la izquierda sube a Bulnes de Arriba, yo seguí por el camino que acompaña el río, la verdad es que seguir el rio me pareció más agradable y la senda era menos pendiente, además después de hora y media de ascensión con un desnivel de casi 500 metros y el sol pegando fuerte, al final el cuerpo me pedía “llanear” un poco, (os recomiendo calcular la hora salida para no subir cuando más calor hace). 


Llegamos a Bulnes o lo que también llaman La Villa, que se comunica  con Bulnes de Arriba, o el Castillo. Lo primero que encontramos al llegar es el cementerio y restos de la casa rectoral, antiguamente el cementerio estaba techado para evitar las avalanchas de nieve, luego encontraremos un puente por el que entraremos ya en el pueblo. 
Hoy en día con la llegada del funicular todo está cambiado, hasta la forma de vida de sus habitantes, Bulnes vivió siempre del pastoreo y hoy en día prácticamente del turismo, las callejuelas de tierra pasaron a adoquinarse y las casas hicieron un lavado de imagen, hoy en día las casas se han transformado en restaurantes, albergues y alojamientos rurales, la gente que se ve por allí ya no son solo montañeros y senderistas ahora están los turistas que llegan en el funicular, solo hay que fijarse en la indumentaria para saber cómo llegaron a Bulnes.


A menos de 200 metros, por un camino se llega a Bulnes de Arriba o el Castillo desde donde podremos ver una preciosa panorámica del camino por el que subimos. 


Para mí ir a Bulnes tenia un lado sentimental ya que parte de mis raíces están en este pueblo, quise imaginarme la gente hace cien años y ver a mis antepasados pisando esas callejuelas y sufriendo las nevadas aislados del resto del mundo durante meses y la senda como única salida del pueblo con las caballerías como medio de transporte.
Según vivimos hoy en día, tan urbanizados como estamos con todo a nuestro alcance, comida, transporte, médico, etc, es difícil volver la vista atrás aunque solo sea al año 2000 (el funicular funciona desde septiembre de 2001) e imaginarse la vida sin todas las comodidades que tenemos como para volver la vista atrás cien años. 


Disfrutar de este bonito pueblo y pensar un poco en la vida de sus habitantes, si es posible probar a quedaros en él, sentiros aislados del mundo por un día ya que funicular tiene unas horas de funcionamiento.
Sirva todo esto como homenaje a mis antepasados y demás gentes del lugar que tan duros momentos tuvieron que vivir. 

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